jueves, 29 de junio de 2023

Reaccionarios (II)

 

   Quienes venimos del mal sueño de una infancia en que la educación era verdaderamente adoctrinamiento, la alegría apenas una certeza de ritos familiares y el futuro una nebulosa gris en la galaxia de un régimen represor, reconocemos pronto las raíces de aquel tiempo en los frutos del actual. No de otro modo puede explicarse la familiaridad de un pensamiento reaccionario que, con los mismos clichés altisonantes y abominables, denigra al extranjero que llega en busca de una vida mejor, mantiene una visión de las mujeres vinculada al hombre, identifica progresismo y justicia social con comunismo, se lamenta por la remoción física y sentimental del pasado y niega la ecuánime comprensión histórica de los tiempos de la dictadura.

   Ese ideario es el que mantiene sin complejos VOX, aupado por los votos a un lugar destacado de las preferencias de una parte de la ciudadanía. Se puede argumentar que se trata de una formación democráticamente surgida y elegida, pero su ideología (un término que a veces rechazan para ellos mismos) es manifiestamente dañina. En un contexto de auge de las derechas extremas en Europa y el mundo, España no constituye una excepción. Los sistemas de acceso a los canales de la información se han democratizado de tal manera que casi cualquiera que maneje mínimamente las redes sociales puede convertirse en difusor de un pensamiento político, por aberrante que sea. Ese poder de escribir unas pocas palabras con un comentario falso o hiriente en el que se concentran los fantasmas y las fobias de los ciudadanos hace que las posibilidades de reconducir la disputa política a foros más racionales se vayan alejando gradualmente. Una insinuación se convierte en una mentira o una verdad amplificadas y alcanzan la categoría casi inmediata de argumento político contra el oponente. Si a eso se añade que el individualismo feroz del siglo XXI ha generado formas relativistas de “pensamiento débil”, es fácil concluir que el debate político está desnaturalizado hasta el punto de convertir las sesiones parlamentarias en representación y las redes sociales en el verdadero campo de batalla, donde el control es prácticamente inexistente.

   Claro que no solo VOX, en el caso que nos ocupa, emplea ese recurso. Pero la responsabilidad de un organismo tan arraigado en las democracias actuales como es un partido político crece en función de su proyección en los medios. Y esa responsabilidad no afecta solo al cúmulo de deformaciones, bulos y mentiras lanzadas a las redes y canales de información o voceadas en los órganos de representación de los ciudadanos, sino, principalmente, al contenido de esas informaciones, que, quieran o no, no refleja sino su ideología. Y la de VOX es destructora de un estado de desarrollo y madurez de la democracia que ha costado casi cincuenta años lograr. Su propuesta ideológica puede ser legal, pero no es legítima, por cuanto pretende alterar el grado de salud del sistema que los españoles nos hemos ido concediendo desde 1975. No se trata de un retroceso de veinte años, como se dice ahora por parte de la izquierda. Es algo más profundo: se quiere asentar un nuevo régimen que niega derechos y principios fundamentales del ser humano, como la igualdad social, una educación liberada de prejuicios sectarios (ellos sí adoctrinan), la negación racional de evidencias científicas que afectan a la salud humana y a la del planeta o la búsqueda de reparación y verdad para los descendientes de las víctimas del régimen franquista.

   Se habla últimamente de “guerras culturales”. Puede parecer adecuada la expresión, pero la cultura forma parte de la ideología y con ella se hace política, como con casi todo lo demás. En esa terminología bélica, el campo de batalla no es neutral, tiene un matiz que favorece en un primer momento al que lo ha elegido; y VOX ha sabido hacerlo en temas como la violencia de género, cambiando sus nombres, la historia española del siglo XX, relatándola a su modo para desprestigiar la labor de tantos historiadores, o el cambio climático, denigrándolo para permitir que el control de las fuentes de energía siga en manos de los mismos, que no son las suyas, por cierto.

   En esta estrategia, la mentira o la ignorancia cerril constituyen el ariete del que se valen los partidos de extrema derecha como VOX para socavar la dignidad y la solvencia de las instituciones democráticas. No están solos en ese empeño, cuentan con la complicidad pasiva de sus votantes, como ocurría en la Alemania nazi de los años treinta.


Reaccionarios (I)

 


   A estas alturas de precampaña electoral es más que evidente que el PP tiene un problema de relación con VOX. Su política respecto a la fuerza de ultraderecha ha sido ambigua y vacilante, desde la sesión del Congreso en que Pablo Casado marcó de forma hiriente las diferencias, hasta los momentos actuales en que la posibilidad de gobernar en varias Comunidades Autónomas hace que el partido del logo azul se plantee pactos de investidura, pactos de gobernabilidad y alianzas parlamentarias.

   Esa ambigüedad obedece a causas diversas: en primer lugar, el propio PP tiene dos almas contrapuestas, la de una derecha moderada, que asume con naturalidad, al menos en las declaraciones oficiales y no oficiales, los presupuestos básicos en los que se asientan los derechos humanos más elementales, incluidos los de sectores sociales muy específicos (léase colectivos LGTBI, por ejemplo); y, por otro lado, el alma reaccionaria de un sector que va ganando poco a poco efectivos, próximo a los postulados de VOX por ideología o por conveniencia electoral y de toma de poder. Esa alma más moderada va perdiendo terreno a ojos vista, como se ha podido comprobar en la rectificación (verbal) de la candidata del PP a la Presidencia de la Junta de Extremadura. Sus principios, declarados a los cuatro vientos en las jornadas posteriores al 28 de mayo, le impedían otorgar a VOX ni tan solo una Consejería, al tratarse de un partido que no cree en la violencia machista, ni en el cambio climático, ni en tantas otras evidencias cotidianas. Ahora sus intervenciones no demonizan (Abascal dixit) al partido del logo verde y no descarta ella misma seguir negociando hasta lograr un punto de acuerdo.

   Es evidente que esas dos almas del PP están en lucha perpetua en un cuerpo que se revuelve, pues ninguna halla acomodo total. El líder del partido, entretanto, el señor Núñez, está ejerciendo de gallego de tal manera que no sabe con qué alma quedarse, si bien es visible su giro hacia posiciones más radicales conforme avanza la precampaña. Da la sensación de que, como suele ocurrir en estos casos, las “viejas glorias” avalan la toma del poder a toda costa: ahí tenemos la posición de Aznar y de Esperanza Aguirre, sin ir más lejos. Pero parece más decisiva la influencia de la presidenta de la Comunidad de Madrid. Su ascendencia dentro de las filas del partido, aún manejada con discreción, es cada vez mayor. Y su línea ideológica, cercana al trumpismo más populista, significa que todo vale para despachar de una vez al gobierno de Pedro Sánchez.

   Sin embargo, esta ambigüedad puede tener un efecto contrario a los intereses del PP. El de desesperar a quienes detestan al presidente del gobierno, si el partido no adopta pronto un criterio estable de pactos indiscriminados con VOX en las CC. AA. Y el de debilitar aún más la posición y las expectativas de triunfo de un Núñez que, caso de no vencer el 23 de julio, vería cuestionada su predominancia momentánea en el partido.

   En cualquier caso, el PP tiene otros problemas: ha desplegado durante los cinco años que lleva en la desleal oposición una estrategia de acoso y derribo al gobierno de Sánchez. Los insultos son quizá la parte menos importante, aunque más efectista. Pero ha hecho un mal favor al sistema con su obstinación en no renovar el CGPJ y, sobre todo, con el uso de artillería de dirección equivocada contra el gobierno. Ni la pandemia, ni la crisis subsiguiente, ni el alza de los precios de las energías y los bienes de consumo, ni las consecuencias de la guerra de Ucrania han conseguido debilitar a un gobierno que, bajo la presidencia de Pedro Sánchez, ha sabido crecerse en las adversidades. Adversidades que, dicho sea de paso, han favorecido las políticas sociales que están más cerca de los planteamientos de sus socios de gobierno (Podemos) y han configurado un nuevo PSOE, más cercano a la socialdemocracia efectiva que perfila y aplica políticas de justicia social. Es cierto que ese nuevo PSOE ha cosechado enemigos y defecciones dentro de sus filas, pero no es menos cierto que una gran parte de la población percibe un halo de esperanza en esas políticas.

   Las afrentas semanales del PP obedecen a una estrategia calculada de desgaste en la que todo vale con tal sirva al resultado del desprestigio del gobierno, personalizado ya con un término ad hominem, el “sanchismo”. No solo el PP ha contribuido de manera eficaz a ese desprestigio. Los errores del gobierno han sido amplificados por una derecha mediática y atizados por una casta económica que, en líneas generales, se encuentran más cómodas bajo gobiernos de derecha. Pero esas campañas se han tejido frecuentemente con bulos y falsedades, en la más pura línea de desinformación trumpista.

   Una de las mayores incoherencias de la democracia es que permite que los ataques más virulentos al sistema sean los que proceden de las estructuras mismas que son partícipes y garantes de ese sistema. Cuando VOX y el alma más reaccionaria del PP critican los derechos de los colectivos LGTBI, niegan la violencia machista, abominan del cambio climático, expresan sus ideas racistas y xenófobas, pugnan por derogar las leyes de memoria democrática o airean los ritos más rancios de una España que algunos creíamos olvidada, no hacen sino socavar los cimientos de la democracia y crear un mundo en el que la “postverdad” y el populismo se acaban adueñando de la opinión pública y cuestionando las reglas del sistema en su conjunto.

domingo, 13 de noviembre de 2022

De Salou feren vela

    De Salou feren vela es un poemario que plantea una mirada poética sobre la ciudad de Salou, la mirada del caminante que percibe, que siente, que reflexiona y que recuerda. El libro tiene una autoría conjunta, pues cada poema está ilustrado por el artista Josep Mateu, que deja aquí de lado su faceta principal de escultor y grabador para adentrarse en el terreno cambiante y luminoso de la acuarela.

    La publicación ha contado con la ayuda económica del Ayuntamiento de Salou y el libro recoge al comienzo unas palabras de su alcalde.

    La presentación tuvo lugar el día 26 de octubre en Balaguer (Lérida), ciudad donde trabaja y reside Josep Mateu, en la biblioteca municipal Margarida de Montferrat y corrió a cargo de Yolanda Latorre, profesora de lengua española y literatura.


    Una segunda presentación fue el día 4 de noviembre en el Ayuntamiento de Salou, con presencia del alcalde y el concejal de Cultura. Las palabras de presentación corrieron a cargo de Teresa Clavé, responsable de prensa y comunicación del Ayuntamiento.


    Por último, el día 12 de noviembre se presentó el poemario en el Teatro Inevitable de Zaragoza, con gran asistencia de público. La presentación de la obra y de sus autores la hizo de forma brillante Álvaro Álvarez, profesor y poeta.


    Enlace al vídeo de la presentación: https://www.youtube.com/watch?v=S2Oi0-w6sB0

sábado, 5 de febrero de 2022

El disputado voto del señor Casero


   Después de todas las hipótesis inverosímiles que ha esgrimido el PP para justificar el voto de su diputado Casero como un error informático, lo que nadie ha llegado a pensar es que en realidad estemos ante un caso claro de criptotransfuguismo. Dicho de otro modo, el diputado Casero votó en conciencia a favor de la convalidación de la reforma laboral.
   Cabe pensar que el diputado Casero estuviera de acuerdo con la reforma que planteaba el Gobierno. Y que estuviese al tanto de la compra de los dos diputados de UPN (Unos Pocos Navarriscos) por parte de su partido, el PP. Ante esta posibilidad, él se habría dado cuenta de que la propuesta del Gobierno iba a salir derrotada, lo que su conciencia social no le podía permitir. Entonces planeó con celeridad el contraataque. Solo su voto era necesario y, a la vez, suficiente. ¿Quién iba a sospechar de su "traición", habida cuenta de que se trata de la mano derecha de la mano derecha del señor Casado? Ningún conmilitón en su sano juicio podría aventurar semejante teoría. Estaba fuera de toda sospecha. Así que desarrolló tranquilamente su plan durante los treinta y cinco minutos de los que disponía para votar. Para evitar suspicacias, se "equivocó" previamente en otras dos votaciones, lo que daba a la maniobra un aire de torpeza sobrevenida o contumaz, esto último no se sabe. "Más vale pasar por tonto que por traidor", debió de pensar el diputado Casero, que, para dar verosimilitud a la estratagema, se presentó rápidamente en el Congreso con la supuesta intención de votar personalmente y enmendar el "error". Era el modo eficaz y tajante de neutralizar la operación de su partido con los dos diputados de UPN, cuyo cambio de última hora se podía haber previsto: de un diputado Sayas con apellido capicúa no se sabe nunca si va o si viene. En este caso venía.
   Si todo esto parece al lector una broma del abajo firmante, acierta. Pero si se trata de una broma y la realidad es la que esgrime el PP con sus argumentos, entonces estamos ante otra broma de un mal gusto mayúsculo: error informático (prácticamente sin precedentes); enfermedad de curación repentina del diputado Casero 
(¡ojo también con el apellido!); supuesta prohibición de entrada al hemiciclo del diputado en cuestión; pucherazo de la Presidenta del Congreso, demanda de repetición de la votación y recurso a los tribunales.
  El PP de Rajoy era doloroso (tenía a Cospedal) y nocivo. El PP casadero (Casado+Casero) traza un preocupante regreso a las actitudes más pueriles: mete la pata por torpeza y, a continuación, echa la culpa a los demás, por mala fe. El esperpento de su política no tiene reparos, da igual un error a la hora de marcar una pestaña que defender posturas contrarias a las que han sido su santo y seña en los tiempos en que gobernaban o ejercían una oposición más sensata y civilizada.
   El PP actual es patético y suicida. Pero al lado está VOX para recoger sus restos fúnebres.

lunes, 15 de noviembre de 2021

La poesía del hogar y la poesía del espacio

 


    El pasado 13 de noviembre en el Teatro Invisible de Zaragoza se presentaron dos libros de poemas: Pandemiario, de Enrique Gracia; y Cosmopoiesis, de Álvaro Álvarez.
    Ambos han sido editados por la editorial MilMadres, dirigida por Julio Espinosa Guerra, que actuó también de presentador del acto y moderador del coloquio.
    Pandemiario brotó a partir de reflejos y reflexiones producidas por el Gran Confinamiento. Los poemas fueron surgiendo sin un plan previo, pero desde una observación, con grandes dosis de intuición, de la realidad nueva a que obligaba el confinamiento: más lectura, más meditaciones, más conversaciones, un modo nuevo y distinto de contemplar cosas o hechos a menudo triviales, un darse cuenta de otros hechos que antes pasaban desapercibidos, como el sonido o el ruido constante en que nos desenvolvemos, los recorridos de la luz de la tarde por los rincones de la casa, los nuevos hábitos…
    En Cosmopoiesis, con ilustraciones de Patricia Pascual, Álvaro Álvarez propone "un intento de pensar la síntesis del universo en términos poiéticos y el proceso creativo en términos cosmológicos".




martes, 25 de mayo de 2021

El diván de Clío

El día 20 de mayo se presentó el poemario El diván de Clío en el complejo Aura de Zaragoza. El acto estuvo a cargo de Juan Manuel Medrano, profesor de geografía e historia en la Comunidad Autónoma de La Rioja, y Dolan Mor, poeta cubano radicado en Zaragoza.

El libro de Enrique Gracia plantea una visión de cierta historia desde el punto de vista de algunos de sus protagonistas, ejecutados o asesinados (Obitografías), un relato de los últimos ochenta y cinco años del mundo (Diecisiete lustros), una parte próxima a vivencias del autor (Imágenes de archivo) y, finalmente, una reflexión sobre la propia musa de la Historia, que se sienta en el diván para ser interrogada a partir del lienzo de Jan Vermeer El taller del artista.

La cubierta ha corrido a cargo de la ilustradora Patricia Pascual.


viernes, 24 de abril de 2020

Ciertas certidumbres sobre la pandemia


A estas alturas de difusión de los contagios y de las informaciones, verdaderas, supuestas o falsas, hay algunas cosas que se pueden establecer con relativa seguridad.

1. El origen. Parece fuera de duda que se trata de un virus no generado en laboratorio, sino extendido en la ciudad china de Wuhan a partir, quizás, de un mercado callejero de animales vivos. Sin embargo hay una hipótesis, la de que se originó en el Instituo de Virología de Wuhan por un fallo en los sistemas de seguridad de un experimento con murciélagos y ratones. El virus se habría “escapado” y contagiado rápidamente. Esta es una teoría de la conspiración que ya fue desmentida a mitad de febrero en un artículo de The Washington Post. Pero ese mismo periódico ya no descartaba esa posibilidad a mitad de abril, coincidiendo con las acusaciones nada veladas lanzadas a propósito por el presidente Trump.

2. Las circunstancias. Resulta una dramática casualidad que surgiera la enfermedad en esa ciudad, donde existe uno de los pocos laboratorios de nivel 4, el máximo, de estudios virológicos. Por otro lado, las autoridades chinas tienen, lamentablemente, un largo historial de ocultaciones, retrasos y deformaciones informativas en torno a accidentes y desastres. La sospecha en Occidente es que los trapos sucios de China se lavan dentro del país, con frecuencia haciendo rodar cabezas, con el grado de literalidad que se desee.

3. Las mentiras. En este caso es seguro que el gobierno chino retuvo la información, por interés en ocultar o por falta de respuesta y de recursos. No quiso hacer caso del médico que primero denunció el peligro. Después, cuando ya era notoria la expansión del contagio, tardó en avisar a la OMS. Tampoco, pese al alarde mediático de los dos hospitales gigantes improvisados de Wuhan, es de fiar su cálculo de contagiados y fallecidos, con seguridad considerablemente más alto de los oficialmente declarados.

4. La OMS. Su papel resulta, como poco, decepcionante. Al principio no dio excesiva importancia y llegó a negar la calificación de pandemia. Cuando el virus se extendía a la carrera por Lombardía avisó de lo que se venía encima, pero ya era tarde. No ha adoptado medidas, salvo en forma de declaraciones y mensajes a veces contradictorios, como la utilidad de las mascarillas. Por lo demás, no se sabe que exista, excepto por las declaraciones quejumbrosas de su cara más visible, su presidente, Tedros Adhanom Ghebreyesus, cuyo nombre no conseguiremos aprender por más que aparezca en la televisión.

5. El gobierno de España. Siendo benévolo, ha hecho lo que ha podido, como la mayor parte de los países. Fue lento en adoptar medidas. Ahora sabemos que el virus estaba entre nosotros desde la primera mitad de febrero. El partido del Valencia en Milán, las manifestaciones del 8 de marzo y el congreso de VOX no ayudaron, desde luego. Era impensable lo que se venía encima, a pesar de la situación de Italia, dada la parálisis de la OMS. Después el gobierno ha ido a remolque de la situación, batallando con las taifas competenciales de las autonomías, las llamadas a la asonada de VOX, la especulación internacional del material sanitario y sus propios cambios de opinión.

6. Los otros países (I). La respuesta ha sido muy variada, pero resulta patético el inmovilismo cerril, al menos al principio, de algunos líderes mundiales. Los más llamativos han sido Boris Johnson, con su idea de la “inmunidad del rebaño”, que con su grosero nombre ya se define; Donald Trump, con sus vacilaciones entre salvar vidas o salvar la economía, una falsa disyuntiva, y con su guerra particular contra los gobernadores demócratas que se oponen a la salida prematura y sus propios asesores científicos, con vistas a su reelección de noviembre, todo eso sin perder ese aire de soberbia ofensiva típica del ignorante; Bolsonaro, que parece un superhéroe de tebeo, con sus declaraciones dignas de Trump, pero en un país que no es EE.UU.; y dejo para el final al más patético de todos, ese senil López Obrador que esgrimía una estampita religiosa como antídoto efectivo contra el virus. Irresponsables e incompetentes. Ver cómo han llegado al poder sería para otros varios artículos, pero la historia es más o menos sabida.

7. Los otros países (II). Grecia reaccionó muy pronto y muy adecuadamente, lo mismo que Alemania y Portugal. Pero los modelos no europeos siguen siendo Corea del Sur, con su abundancia de test y sus controles exhaustivos a gran parte de la población, y Taiwan. Añádase que, como en los casos de China y Japón, sus poblaciones están más habituadas a epidemias ocasionales, en plazos de menos de 10 años. De modo que saben mejor que los europeos cómo hacerles frente. Las mascarillas forman parte de las medidas que están acostumbrados a aplicar con absoluta naturalidad.

8. Los sanitarios. Han jugado en campo contrario, al menos los españoles. En primer lugar, despacharon con cierta ligereza los primeros casos de febrero creyendo que se trataba de gripes o neumonías comunes, pese a advertencias de colegas de los servicios de urgencias, que avisaban de la extraña gravedad de algunos cuadros clínicos. Después se han visto desbordados por la falta de medios y la abundancia de pacientes. Han tenido que bregar en primera línea con la enfermedad y eso les ha pasado factura en forma de numerosos contagiados y fallecidos.

9. Las residencias. Se han convertido en el pozo negro de la pandemia en España. En algunas comunidades las defunciones en ellas rebasan el 80% del total. Descuido de las administraciones autonómicas, falta de inspecciones, amiguismo en las concesiones de licencias de apertura. Es un gran negocio, pero está pendiente de un sistema de control y regulación. Pero no todo se puede achacar a ellas. Hubo falta de agilidad de las autoridades sanitarias, estatales y autonómicas para impedir las visitas de familiares mucho antes de lo que se hizo, y luego no se les dio el tratamiento adecuado a los residentes en cuanto a distanciamiento físico, medicación y aislamiento. Los recursos que faltaban en los hospitales públicos tampoco llegaban a las residencias.

10. El estado de alarma. Tardío, pero severo. Vistas las circunstancias, no había otra posibilidad para detener la expansión del virus, salvo el estado de excepción que algunos periodistas han reclamado. Las condiciones del confinamiento son razonables, por muy largo que sea. No hay alternativa, porque las posibilidades de nuevas difusiones de la enfermedad no están descartadas. No hay que tener una percepción demasiado complaciente del grado de cumplimiento por la ciudadanía. Las denuncias, sin contar reconvenciones y charlas disuasorias, rondan ya las 100.000. Que muchas no acaben prosperando es lo de menos, lo que importa es comprobar que siempre hay ciudadanos que creen estar al margen de las leyes. 

11. Los científicos. En las televisiones aparecen a diario. Sus dictámenes resultan apaciguadores para la población, excepto los de aquellos, que los hay, que no aportan nada. Pero del conjunto de sus declaraciones, es cierto que de una población muy variada (médicos en ejercicio, funcionarios y ex funcionarios de la OMS, catedráticos, virólogos, epidemiólogos, divulgadores científicos, investigadores del CSIC, etc.), se desprende inevitablemente una serie de contradicciones, no solo en cuanto al uso de la famosa mascarilla y sus distintas variedades, sino respecto a las valoraciones de las características de la enfermedad. Es cierto, en su descargo, que esas características se han ido conociendo mejor según avanzaban los estudios y la búsqueda de remedios. Con seguridad, hay gente muy preparada trabajando para lograr soluciones y vacunas. Pero no a todos se está haciendo caso por igual.

12. La información. Es abrumadora, lo que es un elogio, no una crítica. El problema es el de siempre. Los voceros de los medios afines y hostiles a los gobiernos apoyan con suavidad y critican con dureza, respectivamente, las decisiones. Eso obliga a amplificar las respuestas de los políticos de todos los bandos a la acción de los gobiernos. En el caso español, se vuelve a la palestra diaria de la misma política de siempre: el golpe bajo al hígado del contrincante, a veces apoyados en los bulos, que son siempre de mala fe. Solo que, ahora, la posición del gobierno es aparentemente más cuidadosa, en una crisis sin precedentes para la que nadie puede imaginar de verdad cómo habría reaccionado la oposición de haber estado en el poder.

13. Los políticos. VOX pide la dimisión del gobierno, el PP oscila entre sus contradicciones habituales desde la llegada de Casado al frente; Ciudadanos parece apoyar con más seguridad la acción del gobierno. Pero en el mercado de préstamos y deudas en que se ha convertido el parlamento, nada hay que sea gratis. Ni siquiera el apoyo en estas circunstancias. El único consuelo, incluso para los que no lo ven así, es que probablemente el gobierno saldrá más fortalecido de la situación, pese a los ataques, las críticas y las descalificaciones groseras. Todo eso lo hace más fuerte porque la exigencia de unidad es mayor. Una crisis de gobierno tras una crisis sanitaria y económica como la actual sería otra catástrofe.

14. Europa. Los burócratas de la austeridad y la predestinación del norte de Europa parecen estar aprendiendo las lecciones de la Gran Depresión de 2008. Pero nunca acaban de dar su brazo a torcer. En el fondo lo que se ventila no es tanto una cuestión de poder y control de los organismos europeos, sino el que debería ser objetivo esencial de la unidad: la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos del continente y el progreso de la democracia sin las lacras de un capitalismo brutal que mira por los intereses de los capitales financieros. Hay que estar vigilándolos, para que no sigan alentando prejuicios contra los socios del sur.